Empieza el sueño
con programas absurdos en la tele
y yo recorro las calles de Estambul,
me pierdo entre sacos de especias
en los que meto la mano
poblándola de olores,
aprendiendo sus texturas,
visito el bazar
y degusto sus comidas.
Tú vas de la mano conmigo
y aprendes conmigo su laberinto,
seguros de no estar perdidos
sólo por estar juntos.
Santa Sofía nos abre la boca
y escuchamos cantar
desde los minaretes.
Anochece sobre el Bósforo
y en el estrecho
no hay nada más ancho
que tu abrazo.
Y al despertar
no te esfumaste,
no fuiste un sueño
y te encuentro preparando el desayuno:
tú haces las tostadas
y yo exprimo las naranjas del zumo.
Me acerco a tu cuello
para besarte
y dejas en mi lengua
un toque de canela.
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Agradezco enormemente a Inés que me haya prestado generosamente la foto tan hermosa que adorna el poema.