lunes, 30 de mayo de 2011

Súplica de vida

"Sólo su verdadero nombre hace reales a todos los seres y todas las cosas".
La Emperatriz Infantil, personaje de La Historia Interminable (Michael Ende).


Llámame como tú sabes,
haciendo silbar al viento,
golpear a rachas mi ventana
hasta abrirla y dejarme al fresco
con el tacto de la pluma en mis dedos
y la tinta azul derramada.

Pronúnciame con ansia,
con la urgencia de los versos inquietos,
la de los coches estresados por la lluvia
desdibujando su único camino a casa,
con la prisa de llegar a tiempo a los cerezos,
de soñar bajo sus ramas.

Nómbrame, sí,
nómbrame y silencia esta distancia,
sus cajones sin abrazos
y su soledad y sus tempestades.
Nómbrame y que retornen
nuestras historias en historias nuevas,
los chistes malos, los crepes con nutella,
aquellas risas de la infancia,
los juegos de palabras,
la copas de vino y los deseos
catapultados a las estrellas...

Nómbrame y recréame en tu boca
como si fuera mi nombre
la primigenia sílaba sagrada
y tu voz portara la vida.
Nómbrame y ven y voy
y vamos, y no te vayas,
no nos vayamos nunca.

Nómbrame una y mil veces,
nómbrame para que no me apague,
une mis letras para que yo exista,
quiero decir, para que existamos
tú y yo en este teatro ambulante
y no seamos un fuimos un día,
una Fantasía que se tragó la Nada.
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A todas las personas con las que he tenido la suerte
de compartir en el pasado momentos únicos y
tiempos especiales que ya nunca nunca volverán.

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miércoles, 25 de mayo de 2011

Vibrato

Como vibrato abarcando el silencio,
tu cuerpo tremará
y mendigarás aire
porque todo lo habremos quemado.
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jueves, 19 de mayo de 2011

El sueño de las crisálidas

Deseaba una foto de una mariposa, pero no la tenía.
La deseaba tanto que sabía que aparecería.
Y vino como vienen las mariposas, en un parpadeo de aire,
al asomarme a la arboleda que tan cariñosamente cuida Lola.
Gracias por prestarme la mariposa que se va a posar
entre mis versos.


Si yo fuera sabio
y tuviera acceso
a los arcanos del universo,
compartiría contigo
el secreto de los almendros
para que enterraras
tu rencor viejo,
para que un nuevo vigor
de ti despuntara
como en una estación inédita
y que de tu boca brotaran
a cada aliento
aromas dulces,
por cada sílaba
una rosa.
Y no otras cosas...

Si yo fuera sabio
y tuviera acceso
a los arcanos del universo,
compartiría contigo
el secreto de los almendros
y el sueño de las crisálidas,
su futuro de mariposas.
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lunes, 16 de mayo de 2011

Ad tuas portas

Ya no quedan más miliarios
junto a la calzada
que conduce a ti.
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sábado, 14 de mayo de 2011

El piano y tú

Haz sonar la melodía antes de comenzar.



Las luces de los faros del coche se apagaron y en ese mismo instante levísimo se encendió la noche sobre nuestras cabezas, como en un efecto teatral y mágico que no era otra cosa que el universo tarareando su música de medianoche, un repentino baile de estrellas vestidas de nubes y de luna que jugaba muy en serio al escondite al que acudimos por sorpresa con lo puesto: unos vaqueros y unas camisetas, o quizá tú una camisa, o quizá un jersey cada uno (disculpa que no recuerde la ropa en momentos así, en días de tan auténtica desnudez).

Fue de esas veces que la noche te hace protagonista de películas que nunca nadie proyectará y todo se torna un decorado magnífico, un escenario incomparable en el que la historia se va a romper como una semilla para prolongarse hacia el futuro. Por eso, después de que un par de canciones adornaran la percusión rítmica de algunos besos, antes de llegar a bajar del coche tú por tu lado y yo por el mío creímos activar todos los efectos especiales, y mientras algunas estrellas se ocultaban intermitentemente lejos, sobre la ciudad frente a nosotros, mientras la luna se atrevía a hacer de luna, nubes negras se confabularon y comenzaron a caer las gotas.

Como si acabara de descubrir la señal para desencadenar el resto de la historia, volví a meter la cabeza en el coche buscando los controles del disco lleno de canciones en mp3 que estaba sonando, impulsado ciegamente hacia una pista que iba a musicar el momento más especial. Una vez encontrada, giré la ruedecilla del volumen y los primeros acordes de piano cayeron como terciopelo sobre un suelo que estaba recibiendo una tormenta de gotas de agua.

Yo sé que recordarás siempre cuando volví a sacar la cabeza del coche y tú me estabas esperando al otro lado con ojos de noctiluca sobre el mar, cuando rodeé el coche como un autómata despreciando el mundo alrededor para llegar irremediablemente a ti. A ti y a tu boca. La lluvia nos empapaba y, deslizándose como en caminitos de agua por toda mi cara hasta el cuello, las gotas iban a evaporarse a mi pecho. Tu pelo era una cortina húmeda que enmarcaba nuestros besos y, en tu muñeca, más arriba de nuestras manos entretejidas, las agujas del reloj giraban enloquecidas frenéticamente sin intención alguna de frenarse. Para entonces, las notas más agudas y lentas del piano nos encogían el alma y nos zarandeaban como en un ir y venir de olas dando vueltas a la vez. No me hagas caso, pero creo que bailamos un vals.

La tierra que pisábamos se iba ablandando armónicamente como un bizcocho sumergido en leche caliente, la hierba dejaba algunos destellos mínimos en la negrura y los charcos empezaban a formarse con la urgencia que la tempestad provoca. En aquel instante de la noche, ya cerrada, sólo el piano y tú. Y yo. Unidos. Un punto danzante y luminiscente en aquel improvisado teatro oscuro e inmenso que se hizo tan eterno que perduró más allá de la última lágrima del piano. Como ahora que me estás leyendo.
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lunes, 9 de mayo de 2011

Magnéticos



Ante su mirada hipnótica
mi timidez patética
provocó a sus manos polifacéticas
e hizo de mi piel
un lienzo romántico
y del atardecer
una noche mítica.
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