lunes, 6 de diciembre de 2021

Benalmádena

 


Háblame, Violeta,

de tus chillidos puros

frente al árbol de Navidad

-sus luces intermitentes-, 

de tu gateo juguetón en la moqueta

del hotel un puente,

de los sonidos de los delfines,

de sus piruetas

en el aire azul

y en tus atentas pupilas,

habitación luminosa

donde te has ido mudando

sin saberlo aún.


Háblame, Marina,

de las vistas del ascensor

que tomas sin vértigo

subiendo hasta el sexto,

de los juegos de animación,

de mí hablando en italiano,

de acurrucarte conmigo

tras el día agotador,

del pillapilla en la arena

y del pollito inglés

el día de la Constitución, 

de cuando querías que pisáramos 

huellas anteriores ajenas

mientras yo te invitaba a mirar,

pero trazando tu propio recorrido

con tus huellas crecientes, sin dudar,

que la vida es, hijas mías,

caminar y tropezar,

trotar y correr,

enredarse en la espuma,

sonreírle al agua fría, jugar

frente a las olas del mar.


Habladme,

cogedme la mano y contadme

y reídme

si alguna vez se pierde mi mirada

y mi voz ya no es mía,

si me pierdo

en el vacío de las edades,

que podrá perderse aquel padre que seré,

pero este de ahora,

este hombre feliz de amor que llora

uno a uno estos versos

no se cansará de buscaros

entonces

nunca.


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