lunes, 10 de mayo de 2010

Una suerte que no es azar

Sólo enganchar las miradas
con un lazo transparente
nos elimina del mundo,
en un darnos la mano
fuerte e invisiblemente,
y se hace bendición
respirar a tu vera,
una suerte que no es azar,
pero me vuelve afortunado,
incluso si estás triste
o nos quedamos callados.
Y me pregunto cómo has creado
en mí la dulce cuestión
del parecido entre las palabras
facilidad y felicidad,
tú, que con una caricia
me erizas el vello
y me cierras los ojos
para hacerlos suspiro.
Basta poder pensarte
para tornar una línea recta
en una curva hacia arriba.
Así manejas desde la distancia
la geometría de mi cara,
tú, que sabes tocar mi alma
-desde tu atril de mujer buena-
como leer marcas de pentagrama
y hacer surgir la música
del silencio, como un milagro.
Destruyes conmigo el tiempo
y por los aires saltan
las manecillas si brota un abrazo
y al final siempre bailamos
entre el humo o el viento
una melodía que no cesa
en el epicentro de la noche
y tú y yo, abandonados,
despojados de lo accesorio,
desdibujados por amor,
no dejamos de girar con ella.

3 comentarios:

Elchiado dijo...

Una vez, un bloguero muy talentoso me llamó "suertudo", después de leer una ficción que él creyó realidad... Pues así te llamo yo ahora, "suertudo", con todo el deseo de que tu realidad nunca se aleje de estas letras.

Matthew dijo...

En el epicentro de la noce, tu y yo, abandonados..

Sigue así! GRANDE!

Sabagg dijo...

A propósito del poema anterior os diría que si yo fuera mar y me arrojárais estos comentarios, os devolvería gratitud. :)

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