La materia desdibujada,
derritiéndose como cera
al calor del fuego,
y al tiempo fija.
Perenne,
como dueña de la inmovilidad.
Lo sabe bien el aire.
Las palabras se esfumaron
amarradas a los gestos.
Las sonrisas se volaron
en el brillo de las miradas.
Marcadas están
en atmósferas pasadas,
como pasos de baile.
De la vida
sólo quedó la muerte, la otra.
Lo sabe bien el aire.
viernes, 12 de marzo de 2010
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