viernes, 5 de febrero de 2010

La energía de los deseos



Él se asomó a la ventana diciéndose a sí mismo que tenía que estar el sol, que necesitaba su energía, su fuerza, y sintió que, como un niño el día de Reyes, estaba abriendo aceleradamente un regalo del cielo en el momento justo en que vio que en la calle se marcaban las sombras de los edificios y que el aire lo cubría todo de la soleada luz. Recuperó la sonrisa que tenía planchada y guardada en el fondo del armario desde aquella lejana última vez en que la sacó, antes de que la vida le golpeara y le descolocara. Y se vistió de sonrisas con olor a bolitas de alcanfor y perfume de lavanda. Comprobó que no habían encogido y le sentaban bien, incluso se veía mejor. Y respiró hondo, mezcla de alivio y esperanza. Así supo que si lo deseas con fuerza y alegría, lo malo te acaba dejando el camino libre para alcanzar los sueños.

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