Quizá algún día
-lejano, espero,
triste, entrañable-
yo te pregunte quién eres.
Entonces,
si ese día te acuerdas de estos versos,
recuérdame esta tarde en el mar con vosotras.
Tú me dirás:
-Soy Marina.
Yo trataré de creerte
-no sé si eso se logra-
y verás mi gesto como buscándote
en algún pequeño cajón de la memoria
que igual no exista ya.
Tú añadirás:
-Soy Marina, papá. Soy tu hija.
Y, en ese momento,
prométeme que me contarás
la tarde en La Rijana
cuando buceamos y nadamos
entre miles de peces variopintos
juntos tú y yo
libres
explorando y asombrándonos
del fondo del mar multicolor,
y cuando te dije que sería
un valioso recuerdo nuestro.
Será increíble si al fin te reconozco,
pero, si no es así,
abrázame por ese recuerdo
como al salir del agua te abracé,
y en un buen rato
no te separes de mí
para que mi cabeza nueva
conecte con mi corazón viejo
y vuelva a sonreír.